El "fru-fru" de las enaguas precedía su llegada.
La seda rozaba el marco de la puerta y el perfume de jazmines inundaba la habitación. El último rayo de sol se había quedado atrapado en la cortina de terciopelo, y Miranda una vez más se sentó a un lado de la ventana a esperar el anochecer.
Sus ojos se cerraron en un parpadeo nervioso y su mano estrujó el papel que guardaba debajo del almohadón de pluma.
Él no volvería, de eso estaba segura, pero si era así, por qué no podía dejar de esperarlo...
Un soplo de aire enfrió su espalda y una mano leve como un ala pareció apoyarse sobre su frente.
El aroma del tabaco y la tierra del camino llegó hasta ella...
La mañana la encontró quieta, muy quieta, con la vista fija en el pasado y una sonrisa en los labios...
El aroma del tabaco y la tierra del camino llegó hasta ella...
La mañana la encontró quieta, muy quieta, con la vista fija en el pasado y una sonrisa en los labios...